El por qué, de una sociedad violenta
La violencia como componente estructural del hombre en
nuestra sociedad tiene alcances devastadores. La palabra deriva del latin vis ,
que significa "fuerza, poder". La violencia es una fuerza destinada a
sojuzgar a otros para el beneficio y la satisfacción del deseo de uno. Amenaza
la existencia del otro y apunta a lograr que el otro ceda y se adapte a uno.
En la tradición
bíblica, con la descripción de la primera familia, aparece registrado el primer
caso de violencia. Caín mata a Abel. Cuando Dios pregunta a Caín si ha visto a
su hermano, Caín responde: "¿Soy yo, acaso, el guardián de mi
hermano?" Dios responde: "Sí; todos somos guardianes de nuestro
hermano". Y cuando le dice: "Las sangres de tu hermano gritan desde la
tierra" lo dice en plural, por los descendientes que nunca tendrá. Por eso
el que mata a un hombre es como si matara a toda la humanidad.
La violencia
apunta a tener al otro bajo control. Los otros dejan de ser semejantes y se
transforman en instrumentos para usar o en enemigos a los que hay que destruir.
Puede ser una
respuesta de aquellos que se sintieron abandonados por una violencia familiar o
social. Quienes fueron maltratados y sojuzgados buscan repetir la situación
invirtiéndola. En los casos de violencia sexual, el eje principal no es el
sexo, sino el control sobre el otro. No hay erotismo. Es un juego sádico de
dominio.
En la violencia
escolar, los chicos reproducen en la escuela lo que pasa en sus casas. Vemos
que los niños o adolescentes agresores han sido discriminados, burlados,
rechazados y humillados también por compañeros de clase. Así que empiezan
siendo víctimas, y se convierten en victimarios. Cuando se pasa por la
adolescencia, tan llena de confusión y ansiedad en lo que toca a la identidad
sexual, ese tipo de insultos es devastador para el psiquismo.
Desde un enfoque
comunitario, la violencia responde a la frustración de los individuos para
realizar sus necesidades y aspiraciones. Los individuos actúan como
depositarios o portavoces de la situación de la comunidad. La violencia parece
caótica, pero responde a algo, y siempre tiene una dirección: tiende a destruir
la fuente del miedo o de la frustración. Frente al miedo, la violencia actúa
como mecanismo de defensa. Se trata de asustar al otro para que no vea el miedo
de uno. Necesitan demostrar poder porque se sienten impotentes.
El abandono
afectivo unido al abandono físico (alimentación, salud, vestimenta, etc.), a
veces se origina en la etapa prenatal, con la falta de cuidados durante el
embarazo (abuso de alcohol, drogas, etc.) La agresividad entre los cónyuges,
que se extiende a todo el grupo familiar, sumada a los temas cada vez más
violentos en los medios, contribuyen al caos individual, grupal y social.
Algunos jefes de
familia tienen la errónea concepción de que son propietarios de su mujer e
hijos. Eso provoca el abuso de poder y el maltrato doméstico. En lugar de
cumplir un papel socializador, el grupo familiar corre el riesgo de
transformarse en usina de violencia.
Todo este caldo
de cultivo vuelve al niño aislado, agresivo, indisciplinado, desconfiado y con
el riesgo de convertirse en futuro pegador.
Convengamos que
la agresividad es una instancia imprescindible para la supervivencia de la
especie, pero en el individuo, merced a su superestructura intelectual y
cultural, suele prolongarse más allá de la necesidad instintiva de alimentación
y defensa.
Veamos en detalle
los mecanismos que llevan a todo esto, con la mención de las estructuras
biológicas involucradas. Estas zonas son: el sistema límbico, con el hipocampo,
hipotálamo, tronco cerebral, y el gran protagonista (también llamado
"director de orquesta") de la agresividad, que es la amígdala
cerebral. Esta se comporta como almacenadora de los estímulos auditivos,
visuales y olfativos y los proyecta a la corteza prefrontal cerebral, donde se
"imprimen" las experiencias.
Para graficar los
fenómenos que se encadenan en este proceso, veamos cómo actúa el organismo ante
una situación de riesgo.
La aparición del
factor presumiblemente peligroso desencadena respuestas corporales en una
reacción de defensa (con el temor potenciado) provocando la acción inmediata de
vigilancia. Aparecen la sudoración, el aumento de la frecuencia cardíaca,
sequedad bucal y tensión muscular por el aumento de un neurotransmisor
dominante, la noradrenalina y de una hormona suprarrenal, el cortisol, también
denominada la hormona del miedo.
Pero también
disminuye en sangre otro neurotransmisor: la serotonina, lo que produce
irritabilidad e inquietud.
Esta situación
puede llevar a dos caminos finales: la huida o el ataque al agresor, según las
características del individuo.
Cuando fallan los
controles de estas reacciones por la presencia del estrés crónico, se va
gestando desde la niñez un estado de alerta ante estímulos cada vez menores,
llegando a provocar, ya en la adolescencia y en la adultez, arranques de furia
que, en medio de lo irracional, pueden llevar al daño grave o aun al homicidio.
También la
permanencia de estas situaciones anómalas pueden hasta llegar a desactivar la
presencia de la amígdala como freno regulatorio, haciendo que el individuo se
vuelva aparentemente frío y llegue a matar con crueldad y sin emociones.
Este modelado
perverso de las estructuras cerebrales hace que prevalezcan los mecanismos
"malos" sobre los "buenos", generando, a la vez, los malos
pensamientos.
Es por esto que
frecuentemente no es suficiente la asistencia psicoterapéutica en estos casos,
sino que, además, debe recurrirse a la psicofarmacología para tratarlos.
Hay formas
insidiosas que se instalan como germen de la violencia en nuestra sociedad. La
arrogancia, la prepotencia, el doble discurso y el incumplimiento de reglas
hacen que estallen focos de furia, como por ejemplo los protagonizados por
grupos de damnificados recientes en algunos aeropuertos de nuestro país.
Otras formas de
violencia son la corrupción y la impunidad. Y eso nos violenta a todos. Sin
embargo, nos vamos acostumbrando a la corrupción. De ahí hay un solo paso hasta
admirar o envidiar a los corruptos. Y de admirarlos a premiarlos, menos aún.
Como dice Mario
Benedetti: "En la época de las bárbaras naciones, de las cruces colgaban
los ladrones. Y ahora, en las naciones de las luces, del pecho de los ladrones
cuelgan las cruces", refiriéndose a las condecoraciones y premios que
injustamente muchos reciben.
Frente a la
violencia, aparecen la ley y las normas como reguladoras. Sin ellas no
existiría la comunidad.
Un viejo chiste
(no tan chiste) dice así: ¿cuál es la mujer más violada de la Argentina? La
Norma. La ley es una pauta para el desarrollo de una comunidad o una familia.
De la buena internalización de la ley dependerá la instancia psíquica que
regula la inserción de los individuos en los grupos humanos. Eso evita los
desbordes violentos. Cuando el sujeto tiene la convicción de que la norma
jurídica es buena en sí misma, la asimila de un modo tal que no puede siquiera
vislumbrar la idea de una posible transgresión. La primera ley tuvo que venir
de Dios, porque si no nunca se hubiera aceptado. Los diez mandamientos dictados
por Dios a Moisés debieron incluir, y como una orden: no matarás.
"Ley" en hebreo se dice halajá , y significa
"camino". Camino para crecer. Si le cambiamos la letra hache de
lugar, nos queda "alhaja". Ese es el valor de la ley.
Una ley que
protege al otro y me protege a mí es para todos. Protege de lo arbitrario y del
propio deseo. Sin embargo, no se trabaja en las escuelas con la incorporación
de la ley, porque la ley quita privilegios, y el que los tiene no quiere perderlos.
¿Cómo establece
la ley los conceptos psicológicos y jurídicos de la conducta normal y anormal?
Para la ley, la
idea parte del supuesto básico de que el sujeto es normal y positivamente
imputable. Por eso legisla solamente sobre la excepción si se refiere al
criterio de inimputabilidad. Y por eso cuando se juzga la violencia se deben
tomar en cuenta dos aspectos en la estructura del dolo. El primero es la
voluntad criminal, y el segundo, la capacidad de comprensión del acto doloso.
Por eso la ley no
pretende que el individuo tenga noción cabal de que está infringiendo una
cláusula penal, sino que pretende que se haya dado cuenta de que ha cometido
una mala acción.
Existe un
histórico debate respecto del período límite de imputabilidad en nuestro
sistema judicial.
Están aquellos
que apoyan los proyectos de bajar la edad y otros que apuntan más a los planes
de prevención y contención.
Sin duda que todo
aquello que se dirija a fortalecer -en especial, en los estratos sociales de
más riesgo- la educación, los planes nutricionales y los planes sociales de
inclusión será lo más eficaz, en el mediano y largo plazo, para mitigar y
prevenir los efectos de la violencia en el país..
MARCOS BERSTEIN ES PROFESOR DEL MASTER EN DROGADEPENDENCIA DE LA UNIVERSIDAD DEL SALVADOR Y ASESOR DE LA OMS.
JORGE RUFFO,
MÉDICO PSIQUIATRA, ES ESPECIALISTA EN ADICCIONES.

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